miércoles, 29 de octubre de 2008

EADS, o lo que es lo mismo, la antigua CASA

Algunos papás de este colegio, trabajamos en la fábrica de aviones que hay al lado de la Base Aérea, se llama EADS, o lo que es lo mismo, la antigua CASA, donde muchos getafenses han dejado allí gran parte de su vida. Seguramente algún abuelo también haya trabajado aquí, los 2 de mis hijos por ejemplo, ya son jubilados, pero podrían contarles mil y una historia de esta fábrica.
Os dejo la Historia de CASA que hay en la web de la empresa, para sepais un poco más acerca de ella.
Desde el cole, muy poosiblemente oigais a un Eurofighter cuando está haciendo vuelos de prueba sobre Getafe.... ¡el ruido es tremendo!.
Un saludo.
Historia de CASA

El 2 de marzo de 1923 se constituía en Madrid la empresa Construcciones Aeronáuticas, S.A., con un capital social de 1,5 millones de pesetas. Su fundador fue el entonces comandante e ingeniero José Ortiz Echagüe.

CASA había nacido para fabricar los aviones Breguet XIX, que debían equipar a la aviación española y que comenzó a entregar en 1927. Para la fabricación de hidroaviones se creó la factoría de Cádiz, en la que se construyó un ejemplar único del Dornier Super-Wal, el “Numancia”, de cuatro motores para el proyecto de un vuelo alrededor del mundo y una serie de Dornier J-Wal.
En 1928, y después de la experiencia lograda con los modelos anteriores, inicia la fabricación de un prototipo de avión ligero, denominado CASA-1, de diseño propio, que realizó su primer vuelo en 1929.
Nace la oficina de Proyectos
En junio de 1943 el Instituto Nacional de Industria (INI) entró en el capital social con un 33% de las acciones, que fue ampliando en años sucesivos. La industria aeronáutica giraba principalmente en torno a CASA, que se especializó en aviones de transporte, AISA, en entrenadores básicos e Hispano-Aviación en aviones de combate.
La fabricación de 170 Ju-52/3m estaba en marcha en la factoría de Getafe y el primero de la serie voló en junio de 1944. Se inauguró una nueva factoría en Tablada (Sevilla) para la producción de los He-111H (200 unidades) y la de Cádiz se especializó en la fabricación de los aviones Bücker Bü-131 (555).
Contemplando la necesidad de tener productos propios, en 1946 CASA reanudó su actividad de diseño de aviones creando su Oficina de Proyectos, donde se iniciaron los trabajos para la creación de tres prototipos de aviones de transporte: Alcotán, Halcón y Azor.
A partir de 1955, CASA firmó varios contratos con la Fuerza Aérea de Estados Unidos para el mantenimiento de sus aviones destacados en Europa, así como con el Ejército del Aire y la Marina españoles. Entre 1954 y 1982 pasaron por las instalaciones de CASA 6.851 aeronaves.
Proyección Internacional
Desde 1962, CASA inició una nueva etapa de relaciones comerciales internacionales, con acuerdos de colaboración para el proyecto y construcción de diferentes aviones: HFB-320 Hansajet, con Dassault para participar en el Mercure, con Sud-Aviation (hoy Aerospatiale) para la presentación conjunta de ofertas para el Programa Espacial Europeo (lo que supuso el nacimiento de la futura División de Espacio y Sistemas), etc.
En 1962 Northrop se convirtió en accionista de CASA. Un año antes se había acordado que se construyeran en España 70 cazas Northrop F-5 para el Ejército del Aire español. El primer F-5 montado en Getafe, voló el 22 de mayo de 1969.
En 1971, El INI obtuvo la mayoría del capital de CASA y se autorizó la fusión con Hispano Aviación, y un año después con ENMASA, quedando unida la industria española del sector en CASA.
En 1972, CASA pasó a ser miembro del Grupo de Interés Económico Airbus Industrie: uno de los hitos más importantes de su historia.
En 1973 se entablaron negociaciones con Indonesia, dando como resultado un contrato de colaboración industrial, comercial y de venta de licencia de fabricación del C-212, modelo que se había lanzado en 1972. Este producto se ha convertido a través de los años en líder de su segmento con ventas de más de 450 aviones
En los ámbitos aeroespacial y electrónico participó activamente en el programa Ariane desde 1975, e instaló y puso en funcionamiento el centro de ensayo de baterías espaciales ESTEC.
A mediados de los setenta, bajo los requerimientos del Ejército del Aire, se inició el estudio de desarrollo y posterior fabricación de un avión entrenador básico y avanzado: el C-101. CASA firmó un contrato de transferencia de tecnología con Chile para fabricar el C-101 en este país.
Al principio de la década de los ochenta, se puso en marcha el CN-235, conjuntamente con IPTN, Indonesia.
La empresa española forma parte de varios consorcios aeronáuticos: Airbus, Airbus Military, Eurofighter y Arianespace. También diseña y fabrica aeroestructuras y componentes para otras compañías internacionales.
En 1993 CASA y McDonnell Douglas firmaron un acuerdo por el que CASA realizaría el montaje final y vuelos de prueba de los ocho aviones Harrier II Plus que la Armada española había adquirido, volando el primero de éstos a finales de 1995.
El prototipo español DA6 del avión de combate Eurofighter realizó con pleno éxito su primer vuelo el 31 de agosto de 1996. Dos años más tarde se efectuó el acuerdo para la fabricación y montaje de los aviones.
En 1997 se anunció el lanzamiento del nuevo avión de CASA, el C-295, cuyo cliente lanzador ha sido el Ejército del Aire español.
La aceptación de los productos propios de CASA en el mercado internacional se traduce en más de 850 aviones vendidos en 50 países .
El 2 de diciembre de 1999 se firmó en Madrid el acuerdo para la fusión de Aérospatiale Matra, CASA y Dasa en presencia del primer ministro francés Lionel Jospin, del presidente del Gobierno español José María Aznar y del canciller alemán Gerhard Schröder. La fusión de las tres empresas dará lugar en julio de 2000 a la compañía EADS (European Aeronautic Defence and Space Company).

jueves, 23 de octubre de 2008

"El Pueblo"

Actualmente, muchos de nuestros hijos tienen quizás menos oportunidades que nosotros de acercarse al ambiente rural, cada vez son menos los niños que veranean en el pueblo. Y desde aquí, he pensado que quizás les podríamos acercar a este pequeño mundo.
Hay mucha gente que disfruta escapando a los pueblos, ya que en ellos se puede gozar de la tranquilidad que no disfrutamos los que vivimos en las grandes urbes. Y gente que prefiere hacer otro tipo de escapadas ya que nos les gustas las “incomodidades” de los mismos.
Hoy os dejó, la visión de una gran amiga (a parte de la mía), Isabel Riesco, de su pueblo: Ayoó de Vidriales en Zamora. Para todo el que quiera ver más información de este pueblo zamorano os dejo el link de su blog: http://elblogdeayoo.blogspot.com/
Ella se describe cómo una persona que nunca ha idealizado idealizado la vida en el campo porque ha visto cómo trabajaban sus abuelos y sus padres, que se pasaban sus vacaciones al sol, segando, trillando, acarreando. Pero buena parte de sus mejores recuerdos están en sus veranos de calores y granos en Ayoó, en la casa de adobe sin baño de sus abuelos, la sobremesa de lecturas de Julio Verne, la bicicleta, los paseos a la presa. Le gustan las fiestas de pueblo con los músicos en el remolque y el baile vermouth, las típicas y repetidas preguntas para situarte familiarmente, conocer a casi toda la gente y mantener intrascendentes charlas a la puerta del bar.No niega todos los defectos de un pueblo, lo bueno y lo malo de conocerse todos tanto, la falta de medios sanitarios, de transporte, de ocio o la inquina en las opiniones ya sea por el fútbol o por la política. Pero, no lo puede evitar, me gusta el Ayoó veraniego y creo que la cosa se transmite porque su hijo también disfruta sus días en el pueblo.
Desde luego, con esta descripción dan ganas de sumergirse en la vida de este pueblo y gozar de esa tranquilidad ¿o no?
Los recuerdos que yo tengo de mi pueblo, Medina de las Torres (Badajoz), de pequeña son esos mismos, recuerdo que mis tíos trabajaban de sol a sol, labrando el campo, recogiendo los productos de la huerta, los huevos de las gallinas. Ese olor a leche recién ordeñada, y ver a mi abuela hirviéndola para desayunar. Ese sabor, que tenían los tomates y los huevos, las visitas al mercado acompañando a mis primas mayores a vender todo lo que se había recogido el día anterior en la huerta.
Si cierro los ojos, veo a las mujeres barriendo los portones de la puerta y a los niños jugando en la calle porque son pocos los coches que les interrumpen en su juego. Fueses donde fueses, todos te conocían por el mote de la familia (tema que trataré otro día), los chapuzones en la piscina municipal o en las albercas de la huerta.
Y vosotros ¿quién veranea en el pueblo? ¿Os gusta?. Os invitamos a todos a participar, podéis preguntar a los abuelos y que os cuenten si vivían en el pueblo como lo hacían ¿Qué comodidades tenían?

martes, 21 de octubre de 2008

Médicos Sin Fronteras

Médicos sin Fronteras se merecen mi respeto y mi reconocimiento a una labor humanitaria increible por lugares del mundo, donde los países ricos cierran los ojos para no ver.

En casa somos socios de MSF. Cuando uno quiere contribuir a las necesidades de tantos sitios, realmente es difícil decidir por una ONG, pero encontré y ví MSF. Leí acerca de sus trabajos y si algún artículo hizo que me decidiera por ellos, fue uno que encontre acerca de la desnutrición infantil, de como ayudaban a las parturientas y bebes, de las vacunaciones infnatiles.....

En fin, encuentra tu motivo y hazte socio. Con tu pequeña contribución ayudarás mas de lo que te imaginas.

Un saludo.

http://www.msf.es/

lunes, 20 de octubre de 2008

Una generación de niños entre cuatro paredes

Os pego otro artículo de El País: http://www.elpais.com/articulo/sociedad/generacion/ninos/paredes/elpepusoc/20081014elpepisoc_1/Tes, que me parece interesante y con el que estoy de acuerdo. Espero que os resulte interesante y sobre todo que opineís.

REPORTAJE
Una generación de niños entre cuatro paredes
Los menores ya no juegan solos en la calle - Todas sus actividades están bajo control - Y el salto a la autonomía adolescente es demasiado radical
I. DE LA FUENTE 14/10/2008
Prohibido el paso a los niños. El cartel no existe, pero no hace falta. Se sobrentiende: hace tiempo que han sido expulsados de las calles de las grandes urbes. La ciudad no acaba de llevarse bien con los niños. Más aún: le estorban. Ellos han aprendido la lección y desertan de las avenidas surcadas de tráfico. Aunque tienen sus islas, sus pequeños trozos de asfalto al abrigo de coches. Los padres asumen el veto y saben que sus hijos sólo pueden salir con adultos. Pocos son los que van solos al parque o por el barrio antes de los 12 años, o como mucho a los 10. Guillermo, de 11, ya puede acercarse al parque contiguo, en los alrededores de la plaza de Oriente de Madrid. Se le ve recorrer su manzana en patines con otros chicos, paseando el perro o con su hermano menor, de nueve años. Su madre controla visualmente gran parte de sus movimientos desde la terraza. "Si van juntos me da más confianza. El pequeño sale gracias a su hermano; solo, no. Y a la vez, acompaña al mayor", explica. De dos en dos, sí; uno, no, demasiado riesgo. En algunos distritos apenas se ven niños. En todo caso, niños en coche, en autobuses escolares o en espacios definidos, sean parques, centros comerciales o de ocio. O con el móvil en el bolsillo, como Blanca, de 12 años. Acude a clase de flauta e inglés en una calle perpendicular a la suya y resuelve pequeños recados por el barrio. Su madre suele llamarla para saber por dónde va y si ya llega a casa. Como Blanca, uno de cada dos niños entre los 6 y los 11 años usa móvil.
La ciudad es más agresiva y ha expulsado al menor de sus espacios
La salida es vigilada y difícilmente coincide con la de primos y amigos
Son invisibles, afirma la socióloga Lourdes Gaitán, coordinadora del curso experto en Políticas Sociales de Infancia de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Complutense. Invisibles a pesar de que los menores de 14 años sobrepasan la cifra de 6.619. 000. El tráfico es el gran enemigo, la gran barrera. "La ciudad parece estar al servicio de adultos que se mueven en coche", reconoce Gaitán. Los niños, como otros peatones vulnerables, "viven en la sombra", señala. Aun así, los parques son "espacios conquistados" para el juego. Los niños necesitan el contacto con sus iguales y llenan cualquier plaza o simulacro de espacio verde que vislumbran. Llenan sobre todo su cuarto de amigos invisibles, de juegos inventados en los que ellos mismos se preguntan y responden. "Juegan lo mismo que antes. La naturaleza de la infancia lleva al juego porque es su forma de relacionarse con el mundo", afirma Fernando Vidal, profesor de la Universidad Pontificia de Comillas. "Los niños son capaces de jugar y crear su mundo incluso en condiciones extremas", recuerda. Vidal y la profesora Rosalía Mota son los autores de una reciente encuesta sobre el estado de la infancia en España en 2008.
Así pues, juegan. "Quizás menos, al tener más actividades extraescolares. Éstas se han disparado", sostiene el profesor de Comillas. "Un tipo de juego menos social (con poca calle, menos vecindad y menos hermanos)", continúa. Los hijos únicos o los que pasan parte de la tarde en casa solos (estos últimos, un 17%, según la citada encuesta) recurren con frecuencia al videojuego. Y bañan y alimentan a perros virtuales que se mueven a través de su voz ("Sultán, ven, bonito"), o vuelan con maravillosos o insólitos personajes de los manga japoneses a los que humanizan hasta límites obsesivos. Un personaje de la televisión o de la videoconsola les resulta más familiar que esos primos a los que prácticamente nunca ven. "Su acceso a Internet no está suficientemente extendido como para decir que la Red ha sustituido a la calle", matiza Vidal. Pero el mundo virtual crece en sus cabezas y puede llegar a pesar demasiado en sus vidas. "Hay que tener precaución con los chats y foros: en ellos uno se encuentra todavía más violencia (verbal) que en la calle por los numerosos trolls (provocadores o saboteadores adultos que se hacen pasar por niños) que los recorren", agrega Vidal.
No hay muchas alternativas en una sociedad que camina hacia el hijo único. En España, todavía, más de la mitad de los niños cuentan con un hermano con el que compartir juegos y peleas. Sin embargo, entre el 14% y el 15% de los niños de 6 a 14 años no tiene hermanos. Y un 5% de los que sí tiene alguno, no convive con él. Eso significa que un 19% vive únicamente con sus padres o con otros adultos. Si carecen de primos y los amigos de sus padres no cuentan con hijos de edades similares a la suya, su círculo social se estrecha. Son reyes y reinas de hogares donde los juguetes pueden llegar a ser excesivos y a la vez nunca suficientes. Para contar con compañeros de juegos tienen que recurrir a sus padres o abuelos, encontrarlos en el colegio o salir al parque en su búsqueda. Allí, en el parque, suelen estar los amigos del barrio, a condición de que padres o niñeras coincidan.
"A tapar la calle, que no pase nadie...". Hay niños que todavía entonan esta vieja canción, pero no pueden poner en práctica su letra. Esa calle imaginaria ya no existe, y la real constituye un espacio escaso y disputado. "La experiencia de la calle que vivieron los chicos de los setenta y ochenta estuvo marcada por una fuerte crisis económica que la volvió insegura", recuerda Vidal. "Por otra parte, una generación de nuevas violencias contra los niños, como el secuestro y la muerte de Mari Luz, junto con la difusión amarillista por televisión de los sucesos de Alcàsser o la desaparición de Madeleine, nos ha hecho extremadamente precavidos. Se trata, ante todo, de una cuestión de seguridad y es difícil que se revierta, excepto en lugares vigilados de urbanizaciones", añade el experto.
"La ciudad es muy agresiva para los niños, pero el juego forma parte de su desarrollo social", indica José Luis Linaza, catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad Autónoma de Madrid. "Los niños siempre encuentran una pared o una pequeña plaza para jugar. Yo he visto a un grupo jugar a las chapas junto a la iglesia de la Madelaine, en París, ajenos a la gente que acude al templo o que transita alrededor", explica. Juegan a lo de siempre, opina Linaza: hay juegos que se repiten desde siglos, algunos desde el Renacimiento. Pueden surgir nuevas versiones pero siempre es el mismo: el pilla-pilla, esconderse, policías y ladrones, la rayuela. "Por ejemplo", anota Linaza, "hay un juego secular, un tanto cruel, el de la peste, que en algunos colegios hemos visto sustituido por el del sida... No entienden qué es exactamente, pero les basta con saber que es algo negativo, una enfermedad, y se la adjudican a la víctima o a quien quieren aislar o molestar".
Fernando Vidal cree que las nuevas generaciones "tienden más a construir su propio mundo en su habitación. Primero porque al ser más frecuente el hijo único, éste es el propietario único de su cuarto. Segundo, porque las habitaciones tienen dotaciones hasta hace poco impensables: el 40% tiene televisión en su cuarto, equipos de música, ordenadores e Internet por wi-fi", enumera. Según los datos manejados en la encuesta, 6 de cada 10 niños prefieren estar en su cuarto. En Japón ya ha aparecido el fenómeno del rooming, la patología por la cual el niño se enclaustra en su habitación todo el tiempo que puede, hasta el punto de merendar y cenar allí.
En el universo urbano, el patio del colegio cobra para José Luis Linaza un papel protagonista, "por ser un espacio vital para relacionarse". No andan descaminados los pequeños que todavía creen que van al colegio a jugar, y no sólo a aprender. Las actividades extraescolares en el centro o en los polideportivos próximos, todavía insuficientes, compensan la tendencia al sedentarismo de unos niños abocados a condensar su ocio bajo cuatro paredes.
"Algunos juguetes han dejado de usarse pero los juegos suelen permanecer en su principal estructura", opina Vidal. La revolución de los videojuegos, al final de los ochenta, cambió en parte las reglas. Pero también en ese campo, "las tecnologías multijugador favorecen la sociabilidad. Lo que un niño hacía antes con soldaditos de plástico hoy lo hace con soldaditos de píxeles". Después de todo, "a no aburrirse se aprende", sigue Vidal. "Tienen muchos recursos para divertirse pero les falta aprender a construirse sus propias herramientas. El videojuego es divertido pero crea una intensa adicción y pasividad. Con tanto aparato les hacemos más ricos pero menos autosuficientes", concluye.
"Me voy un rato por ahí". Si un niño dice esta frase es que vive en un pueblo. A ningún menor de 10 años residente en una gran ciudad se le ocurre bajar a la calle a explorar sin un motivo concreto. ¿Adónde ir? Gaitán, sin embargo, se asombra de cómo los niños recobran espacios. "Los adultos solemos tener una visión nostálgica de nuestra infancia y creemos que los niños de hoy gozan menos de ella, pero lo cierto es que se las arreglan para jugar y apoderarse de zonas de paso o de poco uso. Autora del estudio La ciudad y los niños, centrado en Madrid, Gaitán ha visitado de la mano de los pequeños algunos de sus espacios secretos y ha descubierto que en verano unas niñas vecinas del parque madrileño del Retiro salen de casa con bañador y toalla y se refrescan en la fuente; que en una pequeña plaza los propios niños organizan partidos de fútbol o que en otro parque los chavales se han apropiado para sus juegos de un escenario que no se utiliza... Es la lucha por hacerse notar en una ciudad que les ignora. "En ese sentido, hay que alentar las intervenciones urbanas que devuelven el espacio a vecinos y pequeños", defiende la socióloga.
La psicóloga Silvia Álava cree que la calle fomenta la participación. "Antes de jugar tienen que negociar y decidir entre todos a qué van a jugar, cuáles son las normas... Se dan procesos de atención y de aceptación de unas reglas previamente acordadas por el grupo, un aprendizaje muy valioso para su futuro", observa. "Los juegos que se celebran en la calle", añade, "permiten una mayor movilidad de los niños: además de hacer ejercicio, se trabaja la psicomotricidad, la coordinación (con juegos de saltar a la comba, o a la goma) o el desarrollo de las destrezas finas, como puede ser jugar con la arena. Eso sí, no les llevemos al parque con una consola portátil", advierte.
"Las contradicciones abundan. Hay padres que apelan a la seguridad para que no jueguen en la calle, pero a veces terminan dejándoles para evitar que pasen toda la tarde con los videojuegos. Por otra parte, es tan infrecuente ver niños solos que cuando algunos pasan mucho tiempo en la calle, los primeros en criticar a los padres son los vecinos", apunta Gaitán.
El muro protector se rompe en la adolescencia, cuando los chicos reclaman libertad total para quedar con los amigos. El contraste es fuerte. Algunos pasan en el mismo año del parque a la discoteca juvenil o al botellón. "Es un error hacer las cosas de golpe", opina Álava. "Conviene hacer a los niños autónomos y responsables desde pequeños, y que al llevarlos a la calle o al parque dejemos que se desenvuelvan ellos para darles una mayor seguridad; que sepan que estamos ahí, pero que ya son mayores para jugar solos. Conviene que los hagamos prudentes, pero no miedosos. Dejémosles que hagan cosas dentro de lo que resulta acorde con su edad. Quizás es pequeño para ir solo a por el pan, pero el adulto puede esperar en la puerta de la panadería y que el niño pida y pague el pan, de esa forma se sentirá importante, aunque el adulto controle la situación", asegura. "Si aprenden a ser autónomos, llegarán a la adolescencia en mejores condiciones", sostiene.

jueves, 16 de octubre de 2008

Papá dame un respiro

Os dejo un articulo publicado en el país digital que me parece interesante: http://www.elpais.com/articulo/portada/Papa/dame/respiro/elpepusoceps/20081012elpepspor_7/Tes


Papá dame un respiro
CARL HONORÉ 12/10/2008
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Los adultos han secuestrado la infancia de los niños. El impulso de modelar a los hijos con un celo sobrehumano, la llamada “hiperpaternidad”, evidencia el fracaso del modelo infantil actual. Es lo que el autor de ‘Elogio de la lentitud’ defiende en su nuevo libro, ‘Bajo presión’. Y se pregunta, en este texto para ‘El País Semanal’, qué significa ser niño y padre en el siglo XXI.
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Todo comenzó durante una reunión de padres en una escuela de Londres. La opinión que los profesores me dieron sobre mi hijo era buena, pero cuando entramos en la clase de arte, los halagos aumentaron a niveles inesperados. Uno de sus trabajos, un boceto de un mago realizado al estilo de Quentin Blake, estaba colgado en la pared con chinchetas como modelo para los demás alumnos. Por debajo del retrato, mi hijo había pintado la cabeza de un hombre desde diferentes ángulos. La profesora de arte lo descolgó para enseñármelo.
"Es increíble que un niño de siete años, por iniciativa propia, haya representado la perspectiva de esa forma", me decía entusiasmada. "Su hijo, verdaderamente, destaca en clase. Es un joven artista superdotado".
Y ahí estaba, la S de esa palabra de 11 letras que produce taquicardia a cualquier padre: superdotado.
Aquella noche me puse a buscar en Google cursos y profesores particulares de arte para cultivar el don de mi hijo. En mi mente desfilaban las imágenes del que podría ser el próximo Picasso. Hasta la mañana siguiente. "Papá, yo no quiero un profesor particular, sólo quiero dibujar". Me confesó mientras desayunábamos. "¿Por qué los adultos siempre tienen que controlar todo?".
su pregunta me impresionó bastante. A mi hijo le encanta dibujar. Puede pasar horas inclinado sobre un trozo de papel inventando extrañas formas de vida, diseñando complicados libros de cómics o haciendo bocetos de Ronaldo dando patadas a un balón. Dibuja bien y se siente feliz con ello. Pero, por alguna razón, esto no era suficiente. Una parte de mí quería aprovechar esa felicidad, pulir y sacar partido de su talento, convertir su arte en un éxito. Mi hijo tenía razón: estaba intentando controlar todo.
Aquella conversación a la hora del desayuno resultó ser uno de esos momentos reveladores que le cambian a uno la vida. Me hizo darme cuenta de que, como padre, estaba perdiendo el equilibrio. También me inspiró para escribir Bajo presión: cómo educar a nuestros hijos en un mundo hiperexigente.
Para realizar la investigación del libro pasé dos años viajando por toda Europa, América y Asia analizando la situación de la infancia en la actualidad. Visité colegios, guarderías, clubes deportivos, laboratorios y ferias de juguetes; me entrevisté con profesores, entrenadores, concejales, publicistas, policías, terapeutas, médicos y cualquier experto en desarrollo infantil. Hablé también con cientos de padres y de niños, y seleccioné las últimas investigaciones científicas.
Lo que descubrí es que los adultos han secuestrado la infancia de los niños de una manera nunca vista hasta ahora. Bajo presión explora el porqué del fracaso del modelo infantil actual y ofrece propuestas de todos los rincones del mundo para ayudarnos a encontrar una solución. El libro no es un manual para padres. Mi intención va más lejos: redefinir lo que significa ser niño y padre en el siglo XXI.
Desde luego, el impulso de controlar al milímetro a los niños no es nuevo. Hace 2.000 años, un maestro llamado Lucius Orbilius Pupillus identificó a los padres con demasiadas ambiciones para sus hijos como gajes del oficio en las aulas de la antigua Roma. Cuando el joven Mozart hizo prodigios que se pusieron de moda en el siglo XVIII, muchos europeos educaron a sus propios chicos con la esperanza de conseguir niños prodigio. Hoy día, sin embargo, la presión por conseguir lo mejor de nuestros niños parece que consume todo el tiempo disponible.
Como padres, sentimos el empeño de empujar, modelar y educar a nuestros hijos con un celo sobrehumano para darles lo mejor de todo y hacer de ellos los mejores para todo. Pensemos en la colección de DVD de Baby Einstein o en la de yoga para niños; en el último modelo de iPod; o en los GPS con dispositivo de localización para las mochilas; clases de ballet, de fútbol, de cerámica, de yoga, tenis, rugby, piano, yudo. Sentimos que fracasamos si nuestros hijos sufren de algún modo y no brillan como artistas, profesores o atletas.
En todo el mundo, esta forma de controlar al milímetro la educación de los niños es conocida con diferentes nombres. Algunos la llaman "hiperpaternidad". Otros se refieren a ella como padres helicóptero, porque siempre están vigilando. Los canadienses bromean con los padres quitanieves, que marcan un camino perfecto en la vida de sus hijos. Incluso en los países nórdicos, donde se supone que viven gloriosamente relajados, se habla de padres curling: mamá y papá despejando frenéticamente el hielo por delante de su hijo.
Está claro que no todas las infancias son iguales. No se encuentran muchos niños superprotegidos en los campos de refugiados de Sudán o en las chabolas de Suramérica. Incluso en los países desarrollados hay millones de jóvenes, sobre todo entre familias humildes, que tienen más probabilidades de padecer poca protección que de estar sobreprotegidos. Seamos honestos: la mayoría de los padres helicóptero proceden de la clase media. Aunque esto no significa que este aspecto cultural afecte solamente a la gente acomodada.
A medida que un cambio social se produce, la clase media en general marca el camino a seguir. Y, además, el exceso de protección de los niños está minando la solidaridad social, ya que cuanto más obsesionadas están las personas con sus propios hijos, menor es el interés por el bienestar de los demás.
Los padres también forman parte de esta ecuación. Fuera de casa, todos, desde los gobiernos hasta la industria publicitaria, tratan de manipular la atención de los niños para ajustarla a sus propios planes. Recientemente, un grupo de parlamentarios ingleses advirtió de que hay muchos niños cuyo sueño es crecer para ser hadas, princesas o estrellas de fútbol. La solución que plantearon: aconsejar a los niños de cinco años sobre la profesión que querían ejercer de mayores.
El consumismo ha entrado sigilosamente en cada rincón de las vidas de los niños, algo que parecía intocable. Sólo el simple hecho de dormir en casa de una amiga se ha convertido en estos momentos en una oportunidad para empresas publicitarias como la Agencia de Inteligencia Infantil, que patrocina fiestas en las que las adolescentes prueban nuevos productos y rellenan cuestionarios. Los trabajadores de McDonald's visitan los hospitales para entregar a los niños juguetes y globos, así como folletos para promocionar su comida. Juntando estos datos, estimamos que muchos niños ven hoy día unos 40.000 anuncios al año.
Al mismo tiempo que permitimos que nuestros hijos se entreguen al consumismo, les protegemos entre algodones y les prevenimos ante riesgos que realmente les harían bien. En muchos países, los gobiernos han prohibido actividades peligrosas tales como las canicas, el juego de corre que te pillo o las peleas de bolas de nieve. Casi la mitad de los niños ingleses con edades comprendidas entre los 8 y los 12 años nunca se han subido a un árbol porque sus padres piensan que es muy peligroso. No importa que en la mayoría de los países el delito de pedofilia sea menos frecuente de lo que era hace una generación (ocupa más espacio en las portadas de los medios). Tenemos tanto pánico a que nuestros hijos puedan convertirse en un caso similar al ocurrido con Madeleine McCann, que les encerramos en casa como a las gallinas.
Veamos lo que ha sucedido con la educación. Los niños reciben cada vez más pronto clases particulares y hacen evaluaciones una y otra vez con el fin de que las notas sean más importantes que el aprendizaje en sí mismo. Hoy día, más que nunca, muchos niños toman medicamentos como el Ritalin para ayudarles a concentrarse en los estudios. Al fin y al cabo, ¿qué son los medicamentos? El no va más del control al milímetro.
En la actualidad, mires donde mires, el mensaje que recibimos es el mismo: la infancia es demasiado preciosa para dejársela a los niños, y los niños son demasiado preciosos para dejarlos solos. Pero ¿esto es malo? Tal vez sea este control al milímetro de resultados. Tal vez estemos formando a los niños más sanos, más brillantes y más felices que nunca antes hayamos visto. O tal vez no.
Desde luego, deberíamos tomar con cierta precaución los informes sobre que el concepto de infancia se muere. Son muchas las ventajas de crecer en un mundo desarrollado de principios del siglo XXI: los niños tienen menos probabilidades de padecer desnutrición, abandono, violencia o muerte que en ningún otro momento de la historia. Están rodeados de comodidades impensables hace una generación. Legiones de profesores, políticos y empresas utilizan todos sus esfuerzos para procurarles nuevas fórmulas de alimentación, educación, moda y entretenimiento. La ley internacional protege sus derechos. Son el centro del universo de sus padres.
Y aun así, algo sigue mal. Todo este control al milímetro, aunque bien intencionado, está fracasando. Los niños necesitan mucha orientación y un firme empujoncito de vez en cuando, pero cuando los adultos mandan, cuando cada situación es programada, supervisada o estructurada, hay que pagar un precio.
Comencemos por la salud. Los niños, encerrados en casa y sentados en el asiento trasero del coche mientras conducimos, están creciendo más gordos que nunca. La Asociación Internacional para el Estudio de la Obesidad calcula que en el año 2010, el 38% de los niños menores de 18 años de Europa y el 50% de los de América del Norte y del Sur serán obesos. Más aún, los kilos de más les están condenando a padecer enfermedades coronarias, diabetes tipo 2, arterioesclerosis y otros desórdenes en otro tiempo típicos de adultos.
Los niños deportistas también sufren. Los jóvenes que realizan mucho ejercicio acaban agotados. Lesiones como rotura del ligamento cruzado anterior, antes muy comunes entre atletas profesionales y universitarios, abundan ahora entre los estudiantes de secundaria y son tremendamente frecuentes entre los niños de 9 y 10 años.
Y tal como funciona el cuerpo, así lo hace la mente. La depresión y la ansiedad infantil -y el abuso de drogas, autolesiones y suicidio que a menudo los acompañan- no son hoy día más comunes en los guetos urbanos, sino en los elegantes barrios del centro de las ciudades y en las arboladas zonas residenciales de las afueras donde la emprendedora clase media ejerce su presión sobre los niños.
Los niños controlados al milímetro pueden pasarlo muy mal para valerse por sí mismos. Los servicios de orientación psicopedagógica de las universidades reconocen que hay cifras récord de estudiantes con depresión. Y los profesores comentan que algunos jóvenes de 19 años, en el transcurso de una entrevista, les entregan su teléfono móvil con estas palabras: "¿Por qué no habla usted todo esto con mi madre?".
El cordón umbilical permanece intacto incluso después de terminar la carrera. A la hora de contratar titulados recién salidos de la universidad, importantes empresas como Merrill Lynch han comenzado a lanzar lo que llaman "paquetes para padres", o jornadas de puertas abiertas compartidas para que mamá y papá puedan visitar sus oficinas. Muchos padres incluso les acompañan a las entrevistas de trabajo para ayudarles a negociar las condiciones de sueldo y vacaciones.
Algo precioso y difícil de valorar también está perdiéndose en el camino. El poeta inglés William Blake resumía la magia y lo maravilloso de la infancia de este modo:
"Para ver el mundo en un grano de arena
y el firmamento en una flor silvestre,
coge el universo en la palma de tu mano
y la eternidad en una hora".
Hoy día, los niños están demasiado ocupados corriendo de un lado para otro con clases de violín o clases particulares de matemáticas para coger el universo en la palma de sus manos. Y esa flor silvestre parece que da un poco de miedo. ¿No será que tiene espinas o que el polen provoca reacción alérgica?
La realidad es que los niños necesitan tiempo y espacio para explorar el mundo por sí mismos: así es como aprenden a pensar, a imaginar y a tener relaciones; a tomar gusto por las cosas; a saber qué quieren ser en lugar de ser lo que nosotros queremos que sean. Cuando los adultos controlan al milímetro la infancia de los niños, éstos pierden todo lo que da satisfacción y sentido a la vida: pequeñas aventuras, disfrutar del sentimiento anárquico, viajes secretos, juegos, contratiempos, momentos de soledad e incluso de aburrimiento. Sus vidas se convierten en extrañamente sosas, sin logros personales y en cierta medida aburridas y artificiales. Pierden la libertad de ser ellos mismos, y lo saben. "Soy el gran proyecto de mis padres", dice Ana Placente, una niña de 13 años de Madrid. "Incluso cuando estoy a su lado, hablan de mí en tercera persona".
Y no olvidemos lo que toda esta presión produce también en los adultos: cuando el cuidado de los hijos se convierte en un cruce entre el desarrollo de un producto y un deporte de competición, la paternidad pierde su mágico sentido.
pero no todo son malas noticias. La buena noticia es que el cambio ya se está produciendo. En Europa, Asia y América, la gente está haciendo cosas para cambiar la situación, para dar a los niños más libertad para explorar el mundo a su ritmo, para permitirles ser niños de nuevo. Los colegios están poniendo freno a la obsesión de hacer exámenes y reducen los trabajos que tienen que hacer en casa -se han dado cuenta de que los alumnos reflexionan, estudian por sí mismos y aprenden mejor cuando tienen más tiempo para relajarse-. Hace poco tiempo, el colegio Cargilfield, un centro privado de Escocia, prohibió los deberes a los alumnos de entre 13 y 15 años. En un año, las notas de los exámenes de matemáticas y de ciencia mejoraron cerca de un 20%. Los niños también tienen más tiempo para disfrutar y jugar. "Es mucho mejor que se diviertan cuando son pequeños y no dediquen el día a hacer deberes", dice John Elder, director del Cargilfield. "Estamos aquí para divertirnos y nunca más tendremos la oportunidad de volver a ser jóvenes". Toronto se ha convertido este año en la primera ciudad de Canadá y América del Norte en suprimir por completo los deberes a los niños de cualquier edad.
Con el fin de dar un respiro al apretado programa de los niños, numerosas ciudades en todo el mundo les permiten tomar días libres cuando las actividades extraescolares se suspenden. Muchas familias se sienten liberadas por no tener que ir a kárate o a fútbol y tener que salir corriendo de casa, lo que reduce sus planes durante el resto del año. Las universidades más selectas también están lanzando un mensaje similar. El Instituto Tecnológico de Massachusetts ha cambiado recientemente la solicitud de ingreso, poniendo menos énfasis en el número de actividades extraescolares en las que un aspirante se puede inscribir y más en aquellas otras que realmente le interesen. Incluso la reconocida Harvard insta a los estudiantes de primer año a que comprueben su apretado programa antes de matricularse. En una carta publicada en la página web de la universidad, el antiguo decano Harry Lewis advierte a los estudiantes de que enriquecerán más sus vidas si se dedican a hacer lo que despierta verdaderamente su interés y no concentran todo su tiempo y esfuerzo en numerosas actividades. "Es más probable que consigan los objetivos que requiere el intenso ritmo de estudio si se permiten de vez en cuando tener tiempo libre, diversión y momentos de soledad, en lugar de llenar su agenda de actividades programadas que les impedirán pensar qué es lo que realmente quieren hacer". Lewis también hace hincapié en la idea de los jóvenes de conseguir un mejor puesto de trabajo si presentan un currículo perfecto. "Conseguirán un mayor equilibrio en sus vidas si realizan actividades puramente por entretenimiento y no con el objetivo de obtener un liderazgo que pudiera ser una credencial para conseguir empleo. El tiempo libre que pasen con sus amigos o compañeros de habitación podrá tener mayor influencia en sus vidas que el contenido de muchos de los cursos en los que se inscriben". El título de la carta es un mensaje claro y directo contra la cultura de la programación excesiva. Dice así: "Tranquilos: cómo sacar más provecho de Harvard haciendo menos".
Ya hay muchas familias en todo el mundo, como los Kessler en Berlín, Alemania, que están haciéndose cargo de esta situación. Para ellos, el momento crucial llegó cuando sus hijos -Max, de siete años, y Maya, de nueve- empezaron a pelearse. Su madre, Hanna, se dio cuenta de que el gran número de clases extraescolares que tenían -violín, piano, fútbol, tenis, esgrima, voleibol, taekwondo, bádminton y clases particulares de inglés- les estaba distanciando. "Cuando era pequeña, tenía mucho tiempo libre para estar con mis hermanos; nos llevábamos, y nos seguimos llevando, muy bien". "Cuando observé el repertorio de actividades de mi familia, me di cuenta de que Max y Maya no tenían casi tiempo para estar juntos porque uno u otro siempre salían de casa corriendo para ir a alguna de sus clases". Decidió reducir a tres el número de actividades extraescolares por niño. Los niños no echan de menos los cursos que eligieron dejar y la armonía entre los hermanos ha vuelto al hogar de la familia Kessler. "Ahora nos llevamos muy bien", dice Maya. "Nos divertimos mucho juntos". Max pone los ojos en blanco. Maya le fulmina con la mirada y parecería que, por un momento, las viejas hostilidades podrían reanudarse. Aunque los dos se ponen a reír. Hanna sonríe. "Nunca más volveremos a estar tan ocupados", reconoce.
con el objetivo de que los jóvenes vuelvan a disfrutar haciendo deporte, las ligas deportivas están tomando medidas drásticas contra los padres que dan alaridos desde los banquillos, y están haciendo hincapié en que lo importante es aprender y disfrutar jugando, y no el hecho de ganar a toda costa. Un equipo de hockey sobre hielo de Toronto compuesto por niños de 10 años ha dejado de hacer estadísticas sobre sus resultados personales garantizando que cada niño, independientemente de su capacidad, juega el mismo tiempo. El resultado: los niños han vuelto a interesarse por el hockey, han mejorado su juego y han ganado casi veinte torneos en tres años.
Incluso los padres defensores a ultranza del deporte están aprendiendo a relajarse. Vicente Ramos, un abogado de Barcelona, tenía por costumbre controlar desde los lados del campo a su hijo Miguel, de 11 años, mientras jugaba al fútbol. La mayoría de las veces le gritaba: "¡Corre hacia el centro! ¡Pasa la pelota! ¡Recupera la posición!". Después, cuando volvían a casa en el coche, le comentaba el partido y le ponía muy poca nota. Un día, Miguel, un chico fuerte, ágil y con una habilidad increíble para tirar con el pie izquierdo, le dijo que no quería jugar más al fútbol. "Me quedé anonadado", dice Ramos. "Nos peleamos y discutimos gritándonos, y al final me reconoció que estaba enfadado conmigo porque siempre le estaba controlando".
Ramos decidió tomárselo con calma. Ahora, lleva a Miguel algunas veces al campo y se queda esperándole tomando un café en un bar cercano. Si decide quedarse en el banquillo, le hace muy pocos comentarios. Cuando vuelven a casa, no le corrige y a menudo los dos hablan de muchas otras cosas que no son fútbol. Ramos se siente sorprendido y aliviado al comprobar que su humor ha cambiado al no pensar si su hijo ha tenido suerte o no en el campo. Y lo más importante es que Miguel ha redescubierto su amor por el fútbol y siente que juega mejor. "Ahora sólo pienso en el juego y en lo que voy a hacer con la pelota en vez de sentirme agobiado esperando los gritos de mi padre", reconoce. "Es un gran alivio".
otra de las situaciones que también está cambiando es nuestra tendencia a envolver entre algodones a los chicos para protegerles del más mínimo riesgo. Los niños de tres años de un jardín de infancia de Escocia pasan el día en el campo soportando el riguroso frío, haciendo hogueras y conociendo las setas más venenosas. Seguro que se hacen arañazos o se queman, pero vuelven al colegio más felices y seguros de sí mismos, y menos propensos a enfermedades y alergias. Y si no, hojeen el éxito mundial El libro peligroso para niños, un práctico manual lleno de ideas para que los chicos se diviertan con todo tipo de juegos de alto riesgo, desde carreras de karts hasta cómo hacer tirachinas o catapultas.
Todos estos cambios implican un menor control en la atención hacia los niños y en permitir que las cosas sucedan por sí mismas en lugar de forzarlas. Pero todavía queda mucho por hacer. Necesitamos colegios, deportes, publicidad, tecnología y planes urbanos más adaptados a las necesidades infantiles. Tenemos que volver a la idea de que una parte esencial de la salud infantil es que jueguen solos, sin metas y objetivos. Una buena idea para empezar sería dejarles una o dos horas al día entretenerse ellos mismos sin la ayuda de adultos o de ordenadores.
Aunque para conseguir los objetivos, los padres tienen que aprender a relajarse. Pero ¿cómo sabemos si estamos forzando demasiado a nuestros hijos? No siempre es fácil, porque la línea entre los padres que se ocupan y los que se ocupan en exceso puede ser muy fina, aunque, con todo, hay señales indicadoras de peligro. Puede que se extralimite si le hace los deberes a su hijo o que le grite hasta quedarse ronco mientras juega en un acontecimiento deportivo; tal vez le espía mientras navega por las páginas de MySpace o no le permite arriesgarse, tal y como usted hacía a su misma edad; o quizá comprueba que se ha quedado dormido en el coche de camino a una de sus actividades extraescolares o a lo mejor le recita palabra por palabra lo que ha hecho mal.
El primer paso para relajarse sería dejar de lado el perfeccionismo. No hay una receta mágica para ser padres. La ansiedad y las dudas son una parte natural de la educación y no una señal para comenzar a controlarles al milímetro incluso con más firmeza. La infancia no es una carrera que sólo pueden ganar los mejores, los niños alfa. Cada niño es diferente. Observe a las personas de su entorno social que más admira: comprobará que han seguido varios caminos hasta llegar a ser adultos. Muchos de ellos probablemente hayan madurado tarde. Y la mayoría han prosperado en la vida gracias a no haber sido controlados al milímetro desde su nacimiento.
Aun así, una menor atención no es siempre la mejor solución. Tenemos que actuar con mano dura si queremos proteger a nuestros hijos del consumismo. Por eso, muchos padres de todo el mundo han emprendido una campaña para impedir a las empresas poner anuncios publicitarios en los colegios. Hay también una reacción contra la tendencia a celebrar fiestas de cumpleaños por todo lo alto. Son numerosos los padres que están poniendo límite al importe de los regalos e incluso eliminándolos por completo. Otros acuerdan con los invitados un importe máximo. En otras palabras, los padres están aprendiendo de nuevo el arte olvidado de decir "no".
hay muchos niños hoy día que realmente necesitan escuchar con más frecuencia la palabra "no". Aunque, al mismo tiempo que invertimos tiempo, dinero y energía en ayudar a nuestros chicos a tener un currículo impecable, tendemos a titubear cuando se trata de impartir disciplina. Parece más fácil decir sí a jugar una hora más con la Nintendo o a que dejen su cuarto desordenado. Pero los niños necesitan disciplina y firmeza de vez en cuando. Los límites les ayudan a sentirse seguros y a estar preparados para la vida en un mundo construido a base de compromisos y reglas. A veces, los niños necesitan que les digamos "no".
El resultado final es que cuando se trata de la educación de un hijo, tenemos que aprender cuándo hacer más y cuándo hacer menos, cuándo ser blandos o cuándo ser duros. Por desgracia, los padres no podemos comprar o alquilar esa sabiduría: nos sale de dentro. Conocemos a nuestros hijos como nadie, lo que significa que lo mejor para un padre es confiar en nuestros instintos. Escribí Bajo presión para dar a los lectores confianza para poner límites a la presión social y a los mensajes confusos de la industria publicitaria y de los medios de comunicación a fin de encontrar el equilibrio que mejor convenga a su familia.
En cuanto a mí, bueno, me siento mejor porque logré encontrar ese equilibrio. Hace poco, mi hijo me dijo que tenía intención de matricularse en un centro para dar clases de dibujo. Conseguí mostrar mi satisfacción sin decir "te lo dije". Es su decisión y sé que tiene que ser así. Sólo espero recordar aquella lección cuando vaya a organizar su primera exposición.
Traducción de Virginia Solans. 'Bajo presión', el último libro de Carl Honoré, editado por RBA, está ya a la venta.

martes, 14 de octubre de 2008

Quién fue Rosalía de Castro




Antes de empezar, me gustaría agradecer el enorme esfuerzo que está realizando el colegio para que los padres que no podemos participar más activamente en el día a día del Centro de alguna forma hagamos llegar nuestras impresiones no sólo a ellos sino a toda la comunidad educativa.


Al igual, que Elena os pido que solicitéis poder escribir en este rincón que han creado para poder intercambiar, ideas, opiniones y sugerencias que se nos vayan ocurriendo.


Y para empezar, me parece interesante que todos conozcamos quién era Rosalia de Castro, ya que de alguna forma su recuerdo perdura en nuestro centro.


ROSALÍA DE CASTRO (1837 – 1885)



Nació en Santiago de Compostela. Fue bautizada con los nombres de María Rosalía Rita. hija de padres desconocidos. Muy poco se sabe de su educación. Se sabe que en la escuela mostró talento de versificadora. También le gustaba el dibujo, la música y la declamación.
Rosalía de Castro contrajo matrimonio con Manuel Martínez Murguía, erudito cronista de Galicia. Al año siguiente Rosalía da luz a su primera hija, Alejandra, a la que han de seguir seis hijos más. Su domicilio cambió varias veces, entre Madrid y Simancas. Rosalía nunca disfrutó de buena salud. Luchó siempre contra enfermedades, y a menudo con la penuria, vivió dedicada a su hogar, a sus hijos y a su marido, nunca aspiró a la fama. Su marido fue quien la convenció para que publicara sus obras. Murió de cáncer a los cuarenta y ocho años en su casa de Padrón, la cual hoy es un museo. Todos sus hijos murieron antes que ella, sin poder dejar herederos.
Compuso sus primeros versos a la edad de 12 años. A los 17 años ya era conocida en el "Liceo de San Agustín". por su primer libro; La Flor. y Follas Novas: es el título de su último libro que contiene su manera de ver la vida, en el muestra su esencia vital. Rosalía muestra una visión sombría de la existencia humana. En los Cantares, Rosalía asume la voz del pueblo gallego. Su obra maestra en castellano es En las Orillas del Sar, versos de tono íntimo, de extraña penetración, cargados de nocturna belleza. Merece ser considerada, al lado de Gustavo Adolfo Bécquer, como la precursora de la Modernidad e iniciadora de una nueva métrica castellana.


Una muestra de una de sus obras es:


En las orillas del Sar (1884)
Orillas del Sar
I
A través del follaje perenneque


oír deja rumores extraños,y entre un mar de ondulante verdura,


amorosa mansión de los pájaros,


.............desde mis ventanas veo


.............el templo que quise tanto.


El templo que tanto quise...


pues no sé decir ya si le quiero,


que en el rudo vaivén que sin tregua


.............se agitan mis pensamientos,


.............dudo si el rencor adusto


vive unido al amor en mi pecho.

lunes, 13 de octubre de 2008

Una web interesante

Buenos días a tod@s.

Existe un blog desde Tenerife que me parece interesante. Aunque pertenece a chicos y chicas de un IES (Dpto. de Filosofía), encontré artículos muy buenos para todos, para nuestros profesores, para nuestros chicos y por supuesto para nosotros, padres.

Había pensado en poner algún artículo, pero creo que es mejor que cada uno entre, lea y se quede con lo que mas le pueda llenar.

Un saludo. Elena

http://filoabpuerto.blogspot.com/

jueves, 9 de octubre de 2008

Gracias Rosalía

Mi entrada en el periódico es para dar las gracias al Rosalía por haber llevado a cabo un proyecto que compartíamos algunas mamás del colegio.

Animo desde aquí a que "pidais" al Rosalía, invitación para poder participar y así , entre todos, crear un lugar de encuentro.

Un saludo. Elena.

jueves, 2 de octubre de 2008

SECTOR 3 EN GETAFE TENDRÁ SU PROPIO MERCADILLO

El Ayuntamiento de Getafe ha tenido en cuenta las demandas de los vecinos del barrio Sector 3 y, atendiendo a sus peticiones y quejas, ha decidido implantar un mercadillo en la calle Senda de Mafalda a partir del próximo día 2 de noviembre.
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La Asociación Socio-Cultural Gitana ha sido la principal impulsora de esta iniciativa dada la mala situación del actual mercadillo que se pone en marcha los sábados en la localidad, por lo que ha instado al Consistorio getafense a habilitar un espacio para que los vecinos de la zona pueda acceder a un mercadillo más cercano y de proximidad.

Fuente: elbuzon.es
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(Esta noticia es una aportación de Mar, madre de Alberto 4 años)